Me pareció bastante interesante la charla de Pablo Malo* de hace unos meses. Hace no tanto había visto su libro (titulado igual que la charla TED) y sinceramente no me llamó tanto la atención, principalmente porque me sonaba a una confusión de términos, o por lo menos una utilización de conceptos propios de la filosofía (la ética en específico) re-definidos para centrarse en algo más o menos distinto de lo que se suele mirar en el campo.
La pipa de Russell
Blog sobre filosofía, ciencia y otras curiosidades.
sábado, 18 de marzo de 2023
¿Los peligros de la moral? Anotaciones a las tesis de Pablo Malo
domingo, 29 de enero de 2023
¿Qué significa 'interpretar' la mecánica cuántica?
El siguiente es una traducción libre del artículo "What Does It Mean to ‘Interpret’ Quantum Mechanics?" del filósofo de la ciencia Massimo Pigliucci, publicado originalmente en la sección "The Philosopher’s Corner" de la revista Skeptical Inquirer, vol. 46, no. 4. Este es mi primer intento de una traducción, por lo que es posible que pueda encontrarse algún error (espero que menor), aunque intenté ser lo más fiel al sentido del original.
Dejando de lado que este tipo de razonamiento refleja en gran medida la ignorancia de cómo funciona la filosofía (¡sorpresa, es diferente de la ciencia!; ver Pigliucci 2017), resulta que hay al menos un área de la ciencia donde las cosas parecen caracterizarse por una total confusión y falta de consenso: interpretaciones de la mecánica cuántica. Y tenemos la evidencia empírica para demostrarlo.
Sujeevan Sivasundaram y Kristian Hvidtfelt Nielsen, de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, llevaron a cabo un estudio de las actitudes de los físicos con respecto a cuestiones fundamentales de la mecánica cuántica (Sivasundaram y Nielsen 2016). Los resultados son reveladores. La encuesta se basa en 149 respuestas a un cuestionario que los autores enviaron a 1.234 físicos afiliados a ocho universidades.
Una pregunta obvia planteada por Sivasundaram y Nielsen fue si los físicos necesitan una interpretación de la mecánica cuántica en primer lugar. Después de todo, la mecánica cuántica es una teoría matemática y hace un trabajo increíblemente preciso al predecir los resultados de los experimentos. ¿Qué más se necesita? Si tu respuesta es "nada", entonces perteneces a la infame escuela de pensamiento "cállate y calcula". Está compuesto por físicos que piensan que es una pérdida de tiempo tratar de adjuntar interpretaciones físicas a las ecuaciones: las matemáticas son todo lo que hay, el resto es una pérdida de tiempo. Filosofía, si se quiere.
El hecho es que los resultados de Sivasundaram y Nielsen muestran que la escuela calla y calcula es una minoría, con solo el 23 por ciento. Por el contrario, el 65 por ciento de los físicos encuestados respondió que es importante llegar a una interpretación física porque nos ayuda a comprender cómo funciona la naturaleza. Esta diferencia de opinión refleja un contraste más fundamental entre dos actitudes acerca de la naturaleza de la ciencia misma. Por un lado, tenemos lo que los filósofos de la ciencia denominan “antirrealistas”, es decir, personas que piensan que la ciencia no se ocupa de llegar a verdades sobre el mundo, sino que solo puede producir modelos empíricamente adecuados. Las personas que se callan y calculan pertenecen a este grupo, se den cuenta o no. Los realistas, por el contrario, piensan que el objetivo de la ciencia es producir declaraciones verdaderas sobre cómo funciona realmente el mundo.
Naturalmente, Sivasundaram y Nielsen luego preguntaron a los físicos cuál es su interpretación favorita de la mecánica cuántica, considerando que hay un gran campo de opciones disponibles (Lewis 2022). Las respuestas fueron de todo tipo: el 36 por ciento respondió que no tiene una interpretación favorita; el 39 por ciento prefirió el de Copenhague; 6 por ciento los muchos mundos; otro 6 por ciento la información-teórica; el 3 por ciento optó por una interpretación estadística; 2 por ciento cada uno para De Broglie-Bohm y colapso objetivo; 1 por ciento cada uno para interpretación modal, bayesianismo cuántico e historias consistentes. El otro 7 por ciento cayó en "no estoy seguro" u "otro". No solo no hay consenso,
Sivasundaram y Nielsen también querían saber si la gente cambia de opinión sobre su interpretación favorita. Dejando de lado el 40 por ciento que afirmó no tener un favorito, el 38 por ciento respondió "nunca", el 11 por ciento "una vez" y el 12 por ciento "varias veces". La cuestión, al parecer, está lejos de estar resuelta. De hecho, uno podría preguntarse sobre qué base un físico cambiaría de opinión sobre esto o llegaría a una conclusión particular en primer lugar. Después de todo, las diversas interpretaciones son empíricamente equivalentes, lo que significa que todas hacen exactamente las mismas predicciones sobre los fenómenos observables. Deje que eso se hunda: no hay forma de diferenciar empíricamente diferentes interpretaciones de la mecánica cuántica . Uno podría incluso sospechar que esto no es realmente ciencia. Huele más a... ¡metafísica!
Pero quizás los físicos estén de acuerdo en cuestiones más específicas sobre la mecánica cuántica. Por ejemplo, a menudo escuchamos que la teoría dice que los eventos físicos son, en el nivel fundamental, aleatorios. ¿Pero lo son? Depende de a quién le preguntes. Mientras que el 67 por ciento de los encuestados estuvo de acuerdo con la afirmación de que la aleatoriedad es un concepto fundamental en la naturaleza, el 12 por ciento pensó que la aleatoriedad es solo aparente. El dieciocho por ciento dijo que la aleatoriedad no se puede eliminar de ninguna teoría física, mientras que el 4 por ciento pensó que el universo es, en el fondo, determinista, aunque todavía no hemos llegado al punto de probarlo.
Otra cosa que escuchas a menudo sobre la mecánica cuántica es que muestra que los objetos, tal como los entendemos y los percibimos, no tienen sus propiedades antes de la medición. La conceptualización más famosa de esta noción es el gato de Schrödinger, que está tanto vivo como muerto hasta que alguien abre y mira dentro de la infame caja en la que se encuentra el gato. El cuarenta y siete por ciento de los físicos encuestados estuvo de acuerdo con esta imagen, pero el 38 por ciento no lo hizo. (El otro 15 por ciento cayó en "no estoy seguro" u "otro".) Entonces, ¿cuál es? Los amantes de los gatos quieren saber.
A veces, en lugar de "medidas", los físicos hablan del "observador" que fija las propiedades de los objetos, lo que, sin darse cuenta, otorga aparente credibilidad a todo tipo de tonterías al estilo de Deepak Chopra sobre el papel de la conciencia en el cosmos. Pero resulta que la opinión profesional también está dividida aquí. El treinta y siete por ciento de los físicos que respondieron la encuesta dijeron que el observador es un sistema cuántico complejo, el 31 por ciento que juega un papel fundamental en el formalismo cuántico pero no tiene un papel físico destacado, el 22 por ciento que juega un papel físico destacado y el 10 por ciento que no juega ningún papel fundamental en absoluto.
Una de mis preguntas favoritas, porque nuevamente golpea el núcleo de lo que los físicos piensan sobre la naturaleza de la ciencia, fue "si dos teorías físicas dan las mismas predicciones, ¿qué propiedades harían que apoyaran una sobre la otra?" Un enorme 87 por ciento eligió la simplicidad, es decir, la famosa navaja de Occam. Pero la física teórica Sabine Hossenfelder ha escrito un libro completo para explicar a sus colegas que la simplicidad, la belleza y otros criterios no empíricos simplemente no son guías confiables para llegar a la verdad (Hossenfelder 2020). Muchas teorías simples y/o hermosas han sido favorecidas en el pasado y ahora se están acumulando en el basurero de la historia de la ciencia.
Y aquí hay otra idea fascinante de la encuesta realizada por Sivasundaram y Nielsen: aparentemente, un buen número de físicos no saben de qué están hablando cuando se trata de mecánica cuántica, lo que solo refuerza la famosa ocurrencia de su colega Richard Feynman de que si crees que entiendes la mecánica cuántica, probablemente no la entiendes. Cuando se les preguntó qué caracteriza a la interpretación de Copenhague, que es la más antigua y famosa de todas, las respuestas fueron de todo tipo, ¡incluso lugares que eran mutuamente excluyentes! Y, de hecho, se obtuvieron resultados similares cuando Sivasundaram y Nielsen hicieron la misma pregunta sobre la interpretación de muchos mundos.
No pretendo burlarme (demasiado) de mis colegas físicos. Pero sí quiero hacer un par de observaciones serias. En primer lugar, existe un importante desacuerdo sobre la naturaleza de la ciencia entre los científicos profesionales. En segundo lugar, los físicos están en desacuerdo entre sí sobre varias cuestiones fundamentales de su campo. Reflexionar sobre estas dos observaciones debería invitarnos a practicar un poco de humildad siempre que tengamos la tentación de hablar con confianza sobre el método científico, la naturaleza de la ciencia y la visión científica del mundo.
Como sostienen desde hace tiempo los filósofos de la ciencia, no existe un único método científico; la naturaleza de la ciencia es compleja y difícil de precisar. En consecuencia, la visión científica del mundo cambia constantemente. Sin embargo, esta complejidad e inestabilidad no son defectos, sino características. Comprender el mundo a partir de pruebas empíricas -que es lo que hace la ciencia- es una tarea ardua y llena de peligros. Podría decirse que es un milagro (en el sentido secular del término) que sepamos tanto sobre lo que ocurre en las escalas cosmológica y fundamental de la realidad, teniendo en cuenta lo lejos que están de nuestras experiencias cotidianas.
Einstein dijo que toda la ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano. Si eso es cierto, se trata de un gran refinamiento. La situación actual de la mecánica cuántica me parece indicar que Einstein, por una vez, no acertó.
REFERENCIAS
Hossenfelder, S. 2020. Lost in Math. New York, NY: Basic Books.
Lewis, P.J. 2022. Interpretations of quantum mechanics. Internet Encyclopedia of Philosophy. Online at https://iep.utm.edu/int-qm/.
Pigliucci, M. 2017. On progress in philosophy: Philosophy as the evocation of conceptual landscapes. In R. Blackford and D. Broderick (eds.), Philosophy’s Future: The Problem of Philosophical Progress. Hoboken, NJ: Wiley & Sons. Online at https://bit.ly/3KqoyNC.
Sivasundaram, S., and K.H. Nielsen. 2016. Surveying the attitudes of physicists concerning foundational issues of quantum mechanics. arXiv 1612.00676. Online at https://arxiv.org/abs/1612.00676.
domingo, 24 de julio de 2022
¿Qué es el cientificismo? Lo que nos dicen tres diccionarios especializados
Las polémicas sobre el cientificismo no terminan nunca. Ya sea que se defienda alguna versión o definición en específico o se use como un peyorativo como si se tratara de una ideología, los malos entendidos, tergiversaciones y ataques pobremente sustentados abundan en cantidades exageradas, desvirtuando cualquier intento serio por caracterizar lo que sí sería una postura cientificista en toda regla. Es muy usual, también, que los diccionarios tradicionales no aporten mucha claridad para el asunto (aunque hay quienes pueden pensar lo contrario).
Por ejemplo, el Diccionario de la Real Academia Española ofrece este par de definiciones:
"Teoría según la cual los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas."
Y:
"Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas."
La versión de la Wikipedia en español comienza su entrada sobre el mismo tema del siguiente modo:
"El cientificismo o cientifismo es la postura reduccionista que afirma la aplicabilidad universal del método y el enfoque científico, y la idea de que la ciencia empírica constituye la cosmovisión más acreditada o la parte más valiosa del conocimiento humano, con la exclusión de otros puntos de vista."
Por último, el Merriam-Webster tiene una definición parecida a la segunda del diccionario de la RAE:
"Una confianza exagerada en la eficacia de los métodos de las ciencias naturales aplicados a todas las áreas de investigación (como en la filosofía, las ciencias sociales y las humanidades)."
Si comenzáramos un debate a partir de definiciones de diccionario, podríamos estar casi seguros que estamos condenados al fracaso de la defensa de cualquier postura, sea a favor en contra del cientificismo. Para empezar, puede notarse que no hay un acuerdo o una definición básica. ¿El cientificismo es una teoría y una tendencia, o es una postura reduccionista o la confianza exagerada en la ciencia? Si es lo primero, ¿es una teoría científica en sí misma? Si es lo segundo, ¿se estaría dando excesivo valor a la ciencia por encima de qué? Si es una postura reduccionista, ¿qué nos dice eso sobre si es una postura acertada? Si es suponer la universalidad de la ciencia por otros "puntos de vista", ¿no estaríamos relativizando la cuestión (ya que el conocimiento científico, como bien sabemos, no es solo otro "punto de vista")? Si es una confianza exagerada en los métodos de las ciencias natuales, ¿cuánto es realmente "ser exagerado"?
Los diccionarios pocas veces ayudarán a resolver estas cuestiones, y es usual que sus definiciones solo nos metan en más conflictos, al usar otros términos igual de ambiguos (por ejemplo, hasta hace no tanto, la Wikipedia en español definía el cientificismo como "la ideología de la ciencia", lo que sea que eso signifique). Pero hay otras fuentes de las que uno puede partir para iniciar un debate racional sobre este tipo de cuestiones: quizás un diccionario más especializado en este tipo de temas pueda ayudarnos. Yo elegí a tres, los cuales, si bien difieren entre sí, también pueden encontrarse puntos en común, además que comparten otra característica: todos están escritos por autores que, una y otra vez, y por diversas razones, han llegado a ser tachados de cientificistas. Y en ocasiones, tomaron la etiqueta con orgullo.
The Skeptic's Dictionary
El primero es una fuente básica para todos aquellos que denuncian activamente el peligro de las pseudociencias y promueven el pensamiento crítico. El portal The Skeptic's Dictionary, del difunto profesor de filosofía Robert Todd Carroll, ofrece esta definición:
"El cientificismo, en el sentido fuerte, es la visión autodestructiva de que solo las afirmaciones científicas tienen sentido, lo cual no es una afirmación científica y, por lo tanto, si es verdadera, no tiene sentido. Por lo tanto, el cientificismo es falso o sin sentido. Este punto de vista parece haber sido sostenido por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-philosophicus (1922) cuando dijo cosas como "La totalidad de las proposiciones verdaderas es la totalidad de la ciencia natural..." Más tarde repudió este punto de vista.
En el sentido débil, el cientificismo es la opinión de que los métodos de las ciencias naturales deben aplicarse a cualquier tema." (Cursiva del original. Negritas agregadas por mí)."
Luego procede a citar el artículo de Michael Shermer para la revista Scientific American, "The Shamans of Scientism", como ejemplo de este sentido débil:
"El cientificismo es una cosmovisión científica que abarca explicaciones naturales para todos los fenómenos, evita las especulaciones sobrenaturales y paranormales, y adopta el empirismo y la razón como los pilares gemelos de una filosofía de vida apropiada para la Era de la Ciencia."Para terminar, dice:
"Por otro lado, la definición de diccionario de 'cientificismo' es la actitud y el método del típico científico natural, quienquiera que sea."
Como podemos notar, Carroll diferencia al menos tres tipos de cientificismo con todo y ejemplos: el cientificismo fuerte sería aquella visión extrema a la que muchos críticos del cientificismo suelen referirse cuando utilizan esta etiqueta, y lo harían acertadamente en este caso, ya que tal visión no tiene sentido. Tal visión quedaría plasmada en la obra del primer Wittgenstein, que es un ejemplo típico de las opiniones del positivismo lógico. Si alguien en la actualidad defiende este tipo de cientificismo, lo más seguro es que lo haría de forma inconsciente o pobremente reflexionada.
El sentido "débil", que también podríamos traducir como "moderada" o incluso "racional", se referiría a una concepción del mundo que no negaría ni restaría valor a campos no científicos, como la lógica o la filosofía, pero que seguro molestaría a quienes creen en entidades inmateriales, como espíritus y dioses.
La última, aunque parece referirse a la primer definición del Merriam-Webster, no es menos relevante: hay que tomar en cuenta que los científicos consideran que, por lo menos en el campo en el que ellos investigan, no hay mejor forma de hacerlo que adoptando las herramientas de la investigación científica (por eso es que decidieron ser científicos para empezar). Los astrónomos no usarán prestados los métodos o principios de la astrología, sino los de la astronomía; los médicos no harán diagnósticos ni tratamientos basados en la religión o la brujería, sino en su experiencia médica y en estudios de laboratorio; los biólogos no considerarán a los seres vivos como relojes o máquinas acabadas y perfectas que muestran un diseño deliberadamente inteligente, sino que establecerán relaciones filogenéticas de parentezco, además que estudiarán las adaptaciones que los organismos han tenido en su entorno. Obviamente existen científicos que sí adoptan métodos y principios no-científicos (o incluso pseudocientíficos), pero aquí estamos hablando en términos normativos, por principio o "en teoría", de lo que usualmente hacen los científicos al hacer investigación.
Breve diccionario filosófico
Nuestra segunda fuente es un clásico en español, el Breve diccionario filosófico (1991), del filósofo español Miguel Ángel Quintanilla, especialmente reconocido como uno de los más importantes filósofos de la tecnología.
Para Quintanilla, el cientificismo se define como:
"Adjetivo que se aplica a concepciones del conocimiento, la racionalidad o incluso la sociedad y la política en las que la ciencia adquiere un valor predominante. Se suele utilizar con carácter peyorativo, bien sea porque se asocia con una concepción positivista de la ciencia, o bien porque se emplea desde una perspectiva filosófica irracionalista que valora negativamente el conocimiento científico."
Notamos aquí que el cienticismo, entonces, no sería una teoría ni una tendencia ni tampoco una postura reduccionista, sino un nombre que se le da a distintas concepciones que se relacionan con el valor que la ciencia puede tener.
Quintanilla, a diferencia de Carroll, no establece cuántos tipos o definiciones de cientificismo podemos encontrar, sino que se limita a hablar de las más usuales, esto es, las definiciones peyorativas. Un primer peyorativo sería acertado, al identificar la concepción positivista de la ciencia, mientras que la otra englobaría un enorme conjunto de lo que popularmente llamamos "enemigos de la ciencia".
Diccionario de filosofía
Por último, el Diccionario de Filosofía (2002) del epistemólogo Mario Bunge, ofrece una definición favorable pero exacta de cientificismo, siendo Bunge un defensor de ésta en toda su obra filosófica:
"La concepción según la cual la investigación científica es el mejor modo de asegurarse un conocimiento factual preciso. El cientificismo es un componente tanto del positivismo lógico como del realismo científico. El cientificismo ha estado detrás de todos los intentos por transformar una parte de las humanidades en una rama de la ciencia: recuérdense, por ejemplo, lor orígenes de la antropología contemporánea, la psicología, la lingüística y las ciencias sociales. F. Hayek y otros emplearon el término de modo peyorativo para designar la imitación de las ciencias naturales en los estudios sociales. Este autor y otros miembros del campo "humanístico" (de tertulias de café) de los estudios sociales consideraron el cientificismo como su principal enemigo, más que a la anticiencia o la seudociencia." (Negritas del original).
Bunge pareciera describir primero lo que Carroll llama "cientificismo débil", para después proceder a hablar de aquella usada como peyorativo por parte de los enemigos de la ciencia, especialmente aquellos que, como Friederich Hayek, se opusieron a una concepción científica de las ciencias sociales. Este autor parece obviar un cientificismo estilo primer Wittgenstein, al igual que Quintanilla, probablemente porque hoy día no tenemos referentes de relevancia que sostengan ese tipo de cientificismo. Esto a su vez puede decirnos que aquellas presuntas refutaciones al cientificismo extremo tienen poco valor para abordar el tema de fondo: si la investigación científica resulta ser un mejor modo de producir o asegurar conocimiento factual, entonces, sería deseable que otros campos lo adopten o se sirvan de éste para ser más precisos y rigurosos.
Históricamente hablando, esto es precisamente lo que se ha hecho con campos como la salud, la historia, la mente, la vida, el cosmos... y la naturaleza humana. Temas que antes se abordaban, por ejemplo, a partir de la tradición, la superstición o la religión, fueron esclarecidos luego de adoptarse un enfoque científico, inaugurando campos enteros como la medicina basada en la ciencia, la psicología, la biología o la astrofísica. A pesar del éxito al adoptar una visión científica del mundo, debemos tener en cuenta que, incluso los autores que simpatizan con el cientificismo (algunos, como Bunge, que sentían orgullo de denominarse cientificistas), establecen un límite al alcance de esta concepción: hablan de conocimiento factual. Esto significa que, para aquellas disciplinas que no buscan generar conocimientos factuales o no es su prioridad, seguirían teniendo un importante valor o, por lo menos, el cientificismo no les restaría el que poseen. No se puede decir lo mismo para aquellos campos que sí aseguran producir o servirse de conocimiento factual, como las pseudociencias y las ideologías (buena parte de las religiones incluidas aquí).
Sin embargo, eso ya es profundizar en el debate, algo que excedería la presentación de la definición de cientificismo, según estas fuentes que, dicho sea de paso, tal vez no sean las primeras en las que algún académico de sillón piense; y aunque sean breves, puede verse que tienen más contenido que muchas enciclopedias gordas que solo guardan polvo en las bibliotecas de estos hipotéticos personajes.
martes, 4 de noviembre de 2014
Nos vamos a un lugar mejor (un aviso tardío)
Sin embargo, en los últimos meses me ha sido bastante difícil poder sentarme tranquilamente (por cuestiones de falta de tiempo por escuela y trabajo) y publicar de forma periódica aquí y en otros espacios. Hace poco más de un par de meses, el doctor Roberto Augusto me invitó a participar en su proyecto más reciente: Filosofía en la Red, un blog en el que escriben algunos autores admirables tales como el mismo doctor en filosofía Roberto Augusto y el doctor en ciencias sociales Gabriel Andrade; el director ejecutivo de ARP-SAPC, Ismael Pérez Fernández; el economista José Luis Ferreira; el biólogo y filósofo de la ciencia Manuel Corroza; así como "facebookfriends" como el creador del blog De Avanzada, David Osorio (para ver la información de todos los autores que colaboramos en Filosofía en la Red entre aquí).
Filosofía en la Red es un proyecto ambicioso que busca convertirse en el principal blog de filosofía actual en el mundo de habla hispana, visión que no es para nada descabellada, dado que la mayoría de los sitios de filosofía en español se dedican casi exclusivamente a postear citas de Platón o a discutir las tonterías de Heidegger y similares.
Sin hacer más divagaciones y anuncios comerciales, "declaro oficialmente" el cierre de este sitio para dedicarme únicamente a mi blog El escéptico de Jalisco y a mis colaboraciones en Filosofía en la Red (aunque la verdad, también estoy preparando una colaboración para el sitio en español de la Fundación Richard Dawkins para la Razón y la Ciencia, así como un artículo sobre el cientificismo para la revista Protrepsis, artículo que será el primero de mi autoría que se publicaría en una revista con peer review).
Este sitio permanecerá abierto (por lo menos hasta que Blogger lo permita) para su consulta, aunque me ocuparé de pasar todos los artículos aquí escritos a Filosofía en la Red (ya corregidos y ampliados), además que no es 100% seguro que esto sea para siempre. Donde hubo fuego, cenizas quedan, y de las cenizas de La pipa de Russell puede surgir nuevamente como el ave fénix. De momento, no me queda otra cosa más que decir excepto un ¡GRACIAS! a todos aquellos a los que me siguieron, comentaron y criticaron (racionalmente).
Seguiremos en contacto en El escéptico de Jalisco (en el que me estoy esforzando por sacar mi nuevo artículo sobre por qué no creerle a la Iglesia Católica) y en Filosofía en la Red (en donde, además de traspasar varios de mis artículos ya existentes, tengo planeado platicar después sobre el tema de la pseudociencia agujero negro, la comparativa de aportes a la humanidad entre los dos Foucault conocidos: el físico del siglo XIX León Foucault y el charlatán académico Michel Foucault; también hablaré después sobre el "escándalo Sokal de la teología", una broma académica de Maarten Boudry que puso en evidencia la estafa de esta disciplina pseudohumanísta, entre otras sorpresas).
Atte: Daniel Galarza Santiago.
jueves, 25 de septiembre de 2014
¿Weinberg contra la filosofía?
Así tenemos a Stephen Hawking quien en conferencias y en su último libro divulgativo El gran diseño (junto a Leonard Mlodinow) asegura que "la filosofía ha muerto." También tenemos al regañado Lawrence Krauss, quien después de recibir elogios (muchas veces exagerados, como el de Dawkins) por su libro Un universo desde la nada, llegó a comparar la utilidad de la filosofía de la ciencia con la teología y la religión, asegurando que la primera no aporta nada en la actualidad (tal como las dos últimas). Krauss se "disculpó" luego de variadas críticas por Daniel Dennett y otros. En tiempos más recientes, el nuevo rostro de la legendaria serie Cosmos, Neil DeGrasse Tyson aseguró básicamente que los filósofos solo se la pasan dando vueltas con problemas viejos o sinsentidos, y que además, distraerse con la filosofía puede frenar el progreso en la investigación científica. El complejo antifilosofía* de estas personalidades parece ser cada vez más común, incluso entre divulgadores populares más regionales, tales como el periodista Mauricio-José Schwarz, quien ha llegado asegurar que la filosofía debería salir de las universidades públicas. ¿Por qué? Porque no produce conocimiento sobre el mundo tal como lo hace la ciencia (parece que no se ha enterado que para eso tenemos la ciencia, mientras que la filosofía ni siquiera busca competir en un área en que la ciencia ha hecho un excelente trabajo, sino todo lo contrario).
Este tipo de ataques irracionales hechos por algunas de las principales personalidades defensoras de la razón merecen mayor atención, ya que al ser consideradas figuras que piensan y opinan con conocimiento y argumentos, causan daño al exhibir una visión falsa sobre una disciplina como la filosofía. Sin embargo, este no viene a ser nuestro tema principal, ya que por el momento nos concentraremos en otro físico. Un premio Nobel que también ha sido tachado de acomplejado antifilosofía pero que, en mi humilde opinión, esta es una falsa acusación. Me refiero a Steven Weinberg.
En su libro de 1993, El sueño de la teoría final: la búsqueda las leyes fundamentales de la naturaleza, Weinberg dedica algunos ensayos a defender el pensamiento científico contra las formas de pensamiento mágico, tal como la idea de Dios. Sin embargo, también dedica un capítulo que, desde su título, ya parece suficiente como para prender las alarmas: "Contra la filosofía." La preocupación desaparece una vez se lee con atención la primer nota de pie, que nos dice que cuando presentó su ensayo a unos amigos filósofos, éstos le aconsejaron a Weinberg que cambiara el título. Y es que, tal como sus amigos lo notan, el ensayo de Weinberg no va realmente "contra" la filosofía, sino contra las posturas filosóficas que resultan nocivas a la ciencia: el positivismo lógico y el relativismo cultural (dos extremos opuestos igual de nocivos). El físico nos aclara que el título suena llamativo, además que un título como "Contra el positivismo lógico y el relativismo" no sonaría tan bien para un libro de divulgación.
Weinberg lanza una rigurosa crítica a estas dos posturas conocidas en epistemología con ejemplos históricos que muestran cómo una mala filosofía que no va de acuerdo a la investigación científica puede retrasar o entorpecer realmente el progreso científico. Aunque es una lectura altamente recomendable, Weinberg, que no es filósofo y no pretende serlo, comete algunos errores en su apreciación de la filosofía de la ciencia. (También es importante recalcar que este premio Nobel de física presenta una lectura atenta en filosofía de la ciencia, así que no es ningún tonto ni tampoco desconoce del tema, algo opuesto a lo que se aprecia en algunos de sus colegas).
Al inicio del capítulo, Weinberg nos explica cómo personalmente la filosofía de la ciencia nunca le ha servido para su trabajo como físico, y de cómo le parece que los trabajos en ésta área resultan ser intrascendentes. Ciertamente, los filósofos no se especializan en filosofía de la ciencia con la esperanza de encontrar trabajo en un laboratorio o en un instituto científico para ir con los físicos teóricos y decirles cómo deberían hacer un experimento o cómo formular una teoría. Desde luego, existen físicos (y demás científicos) que se encuentran ocupados en problemas filosóficos sobre la ciencia, y filósofos con amplios conocimientos científicos que se preocupan en los fundamentos y problemas que presentan las últimas teorías científicas. No parece haber gran diferencia entre el científico de intereses filosóficos y el filósofo de perspectiva científica, salvo tal vez el título que tienen colgado en la pared de su despacho personal. Podríamos decir que cualquier científico interesado en los fundamentos y problemas generales de su ocupación es, hasta cierto punto, un filósofo de la ciencia (algunos más amateurs que otros).
Aún aquellos que cumplen con el complejo antifilosofía, sin saberlo, llegan aportar valiosas reflexiones sobre los principios fundamentales de la ciencia. Uno de los mejores ejemplos recientes es el de Stephen Hawking en su obra El Gran Diseño (misma en la que declara la muerte de la filosofía en su primer hoja). Hawking se ocupa en sus primeros capítulos de abordar algunas de las preguntas filosóficas básicas tales como ¿qué es lo que existe?¿podemos llegar a saber algo del mundo real? ¿cómo podemos conocer lo que existe? ¿en qué nos podemos basar para asegurar que algo existe más allá de nuestra propia mente? Aunque no dudo que más de uno dirá con esto un "¡Ahá! eso demuestra que los científicos no necesitan saber de filosofía", lo cierto es que sería erróneo pensar que Hawking responde a estas preguntas con ciencia. Hawking filosofa, llegando a concluir que para que la ciencia funcione, es necesario presuponer el realismo dependiente del modelo, es decir:
"La idea de que una teoría física o una imagen del mundo es un modelo (generalmente de naturaleza matemática) y un conjunto de reglas que relacionan los elementos del modelo con las observaciones”.
La ciencia clásica descansa bajo el supuesto de que existe un mundo real más allá de nuestras mentes (o sea, una hipótesis filosófica), cuyas propiedades son definidas e independientes del observador que las percibe. En esta visión en la que los objetos tienen propiedades físicas, las teorías científicas son intentos de describir dichos objetos y sus propiedades, y las medidas y percepciones deben corresponderse con ellos.
Tanto el observador como el observado son partes de un mundo que tiene una existencia objetiva, y cualquier distinción entre ambos no tiene importancia significativa. Sin embargo, aunque aceptar una postura realista es tentador, no se debe caer en ingenuidades. El realismo dependiente del modelo zanja las polémicas clásicas entre realismos ingenuos y antirrealismos. Para el realismo dependiente del modelo, carece de sentido preguntarse si un modelo teórico es real o no; sólo tiene sentido preguntar si dicho modelo concuerda o no con las observaciones. Si hay dos modelos que concuerdan con las observaciones (como nuestra percepción), no se puede decir que uno sea más real que el otro. Podemos usar el modelo que nos resulte más conveniente en la situación que estamos considerando.
Otra implicación importante es el estar conscientes de que no solo se hacen modelos en ciencia, sino también en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. De este modo, el realismo dependiente del modelo no solo se aplica a las teorías científicas, sino también a los modelos mentales conscientes o subconscientes que todos creamos para interpretar y comprender el mundo.
Otro problema que el realismo dependiente del modelo resuelve, o mejor dicho, evita, es el debate sobre qué significa la existencia. Por ejemplo ¿cómo estar seguros que una mesa no deja de existir luego que dejamos de percibirla? Ante esto, podemos responder simplemente que el modelo en que la mesa sigue existiendo da una explicación mucho más simple y concuerda con la observación. Es todo lo que se pide para el realismo dependiente del modelo.
Lo que Hawking, Weinberg, y los demás físicos hacen a la hora de preguntarse sobre los principios de la ciencia, se le llama filosofía, y no porque tenga que ver con especulaciones inútiles, carentes de sentido o que frenan el progreso científico, sino porque se trata de planteamientos generales que tienen como objeto la disciplina científica y no el objeto de estudio en el que se enfoca ésta última.
lunes, 25 de agosto de 2014
Evolución vs filosofía*
*El siguiente es un fragmento (corregido y aumentado) de un top que escribí hace tiempo en El escéptico de Jalisco, y al que titulé "Mis tonterías favoritas de las humanidades."
Una de las mayores figuras de la filosofía de la ciencia moderna es sin duda alguna Karl Popper, filósofo y lógico de origen austriaco, a quien se le debe la propuesta del racionalismo crítico como propuesta epistemológica que explica la naturaleza de la investigación y el conocimiento científico. Popper fue reconocido por sus argumentos en defensa de la ciencia y la denuncia de pseudociencias, tales como el historicismo, el psicoanálisis y el socialismo [pseudo]científico.
Popper aseguraba que la característica principal de toda teoría científica es que ésta resulta ser falsable. Es decir, toda teoría científica, para considerarse como tal, debe poder ser refutada por medio de contra-ejemplos o contra-argumentos y de este modo ser corregida, aumentada o reemplazada por una mejor teoría igualmente falsable.
Todo enunciado que se haga pasar por científico que no sea falsable, de acuerdo a esta corriente, no es científico, sino pseudocientífico. Esto es en parte, y de forma ridículamente resumida, la tesis principal del racionalismo crítico. La Lógica de la Investigación Científica (1934), el primer libro publicado de Popper donde expuso su propuesta, casi de inmediato comenzó a ganar adeptos entre los académicos (tanto filósofos como científicos), siendo el racionalismo crítico una alternativa que prometía mucho mas que el positivismo lógico, que ya en esas épocas estaba agonizando. Para finales de los años 40 y principios de los 50 del siglo pasado, el racionalismo crítico ya era el paradigma principal de la filosofía de la ciencia anglosajona.
Popper buscó analizar mediante su propuesta todo enunciado científico, tratando esclarecer y demostrando cuáles eran auténticos enunciados científicos y cuales solo eran o metafísica o pseudociencia. Así, en uno de sus análisis, Popper habla sobre la síntesis neodarwiniana (usualmente refiriéndose a ésta simplemente como teoría de la selección natural). Popper, además de ser hombre de filosofía era un hombre de ciencia, y por lo tanto uno esperaría argumentos en pro de la evolución como teoría científica teniendo sus encontronazos con los antidarwinistas de su época. En vez de eso, Popper afirma lo siguiente:
"No parece haber mucha diferencia -si es que la hay- entre decir 'los que sobreviven son los más aptos' y la tautología 'los que sobreviven son los que sobreviven'. Esto es así porque me temo que no hay más criterio de aptitud que la supervivencia efectiva, de manera que del hecho de que haya sobrevivido un organismo concluimos que era el más apto o el más adaptado a las condiciones vitales."
O sea, que la teoría de la evolución expuesta en la síntesis neodarwiniana no vendría a ser otra cosa más que metafísica y no una auténtica teoría científica. Eso sí, es metafísica muy útil pues ayuda a mantener el interés en los fenómenos de variación y adaptación, según Popper. Tan increíble como puede parecer, según Popper la teoría de la evolución, al ser una tautología, resulta ser infalsable y por tanto concluye, no es una teoría científica. Este punto de vista fue expuesto en su libro Conocimiento objetivo: un enfoque evolucionista (1972) y probablemente se trate de la mayor metida de pata por parte de este filósofo. Sobra decir que los creacionistas se aprovecharon de estas afirmaciones utilizándolas como argumentos en contra de la enseñanza de la evolución en las clases de ciencias. Después de todo, la evolución, de estar Popper en lo correcto, no sería ciencia. También sobra decir que no falta el creacionista del diseño inteligente que en tiempos actuales utiliza estas afirmaciones (junto a otras como la de los fósiles de transición, la complejidad irreductible y la supuesta imposibilidad evolutiva a causa de la segunda ley de la termodinámica) como puntos fuertes para sostener que el planteamiento de la biología evolutiva está tan justificado como la del creacionismo.
Algo que los creacionistas suelen ignorar (ya sea por ser auténticos ignorantes o por conveniencia) es que en 1977 en una conferencia pronunciada en el Darwin College de Cambridge, titulada "Natural Selection and the Emergence of Mind", Popper corrigió su opinión, pidiendo lo que se podría considerar una disculpa pública por su metida de pata.
La teoría de la evolución solo puede mirarse como tautológica si y solo si se le reduce a un solo enunciado tan simplista en el que pierde todo sentido: "los más aptos son aquellos que sobreviven." La tautología es evidente: "los que sobreviven son los más aptos y los más aptos son los que sobreviven." Si esto fuera lo que ocurre con la teoría de la evolución sin duda alguna tendríamos que admitir que ésta no es una teoría científica. Sin embargo, este no es el caso en el mundo real.
En primer lugar, hay que notar que Popper busca referirse únicamente a la teoría de la selección natural, la cual no es la única teoría evolucionista presente en la biología evolutiva (si bien, es cierto que se trata de la teoría paradigmática por excelencia), por lo que acusar de metafísica a la evolución solo por decir que la selección natural es metafísica no tendría sentido. El segundo punto es que la selección natural no es metafísica, es un mecanismo corroborado por la evidencia, y que, por cierto, es una teoría falsable. Bastaría con encontrar algún organismo u órgano el cuál fuera imposible de evolucionar; es decir, encontrar un caso válido de complejidad irreductible tiraría abajo la teoría de la evolución, tal como ya lo afirmaba el propio Darwin. Es eso o podríamos encontrar el fósil de un burro en el período Cámbrico, lo que ocurra primero.
Popper fue acertado un punto respecto a la selección natural: ésta no puede explicar todos los fenómenos evolutivos conocidos. De hecho es algo que los biólogos reconocen. Frente a esto, se han postulado otras teorías que no contradicen en sí a la selección natural, que van desde la teoría de simbiogénesis hasta el equilibrio puntuado.
Por último, el enunciado que usó Popper para resumir la teoría de la evolución no se adecua a las teorías darwinianas. El enunciado que diría así: "Los organismos mejor dotados se reproducen más que los peor dotados, sustituyéndolos en la población", sería sin duda una tautología imposible de negar. Pero este enunciado no es el más adecuado para sintetizar la síntesis moderna (vaya juego de palabras, ¿verdad?). Un enunciado correcto sería: "En una población surgen al azar características hereditarias que pueden hacer que los organismos que las posean presenten una mayor probabilidad de reproducirse y transmitirlas a la siguiente generación, por lo que estas características acabarán por extenderse en la población". A diferencia del ejemplo tautológico de Popper, este enunciado presenta tres hipótesis contrastables como premisas, tal como explica el biólogo JM Hernández en La Ciencia y sus Demonios:
- En una población aparecen caracteres de novo al azar.
- Algunos de estos caracteres son heredados por la descendencia de forma no diluida.
- Al menos algunas de estas características hereditarias producen una mayor ventaja reproductiva.
- Tautología: Los portadores de estas características se reproducen más que los que no las poseen.
- Consecuencia: Estas características acaban por extenderse al conjunto de la población.
La biología evolutiva además nos dice que la selección natural puede hacer diverger tanto dos poblaciones separadas que llegan a convertirse en dos especies diferentes. Con esto dicho, JM nos explica que podríamos agregar una cuarta hipótesis:
4. La acumulación de características nuevas fijadas en la población lleva con el tiempo a una divergencia tal que se produce una especiación.
Las premisas son contrastables, y de hecho están actualmente comprobadas, por lo que aquí, hasta el popperiano más conservador tendría que admitir se está analizando claramente un enunciado científico, no metafísico. Un punto importante a destacar es que los enunciados de las teorías evolutivas no concluyen aquí para ser entendidas, pero me detendré con este tema, ya que, considero, queda claro que afirmar desde una perspectiva epostemológica que la teoría de la evolución es una idea metafísica, queda expuesta solo como una metida de pata algo vergonzosa en el mejor de los casos. Aun cuando la selección natural se demostrase como una teoría falsa (en algún universo paralelo), no podría asegurarse que ésta no fuese una teoría científica.
Véase más: "La selección natural en Popper y Peirce", ensayo de Josep Corcó; "Redibujando a Darwin II: ¿la selección natural es una tautología?", artículo de J. M. Hernández en La Ciencia y sus Demonios; "Natural Selection and the Emergence of Mind" conferencia de Karl Popper en 1977.
jueves, 14 de agosto de 2014
¿Por qué la antropología filosófica está lista para su jubilación?
Por el momento les dejo mi respuesta ante la pregunta. Yo respondo que la antropología filosófica:
La filosofía ha sido revitalizada en las últimas décadas a raíz del avance de la ciencia y los problemas filosóficos que trajo consigo. Hoy en día se da respuesta a viejas cuestiones gracias a la luz de la ciencia y el pensamiento crítico, así como se plantean nuevas interrogantes derivadas de la investigación científica y su influencia en la sociedad. El análisis lógico de los conceptos y problemas de fondo de las actividades humanas ha hecho que la filosofía esté más viva que nunca (contrario a la opinión de algunos que la quisieran ver ya jubilada).
A pesar de todo esto, aun prevalece la alquimia epistémica y el charlatanismo en la academia. Es decir, los esfuerzos por hacer ver la especulación vacía y las reflexiones que parecen profundas pero que solo hacen gala de habilidades retóricas e ignorancia científica. Del mismo modo encontramos edificios enteros de la filosofía que tienen décadas (si no es que siglos) de no presentar nada relevante al debate de las ideas. La antropología filosófica es un ejemplo de este tipo de disciplinas, lo que hace evidente que ésta rama de la ontología esté lista para su jubilación.
Luego del nacimiento de la antropología científica (antropología física y antropología biológica) y que ésta comenzara a responder a las preguntas eternas hechas por los filósofos desde tiempos de Sócrates ya con un sustento en la evidencia y el conocimiento científico, la antropología filosófica se fue debilitando igual que el dios personal que solo ocupaba los huecos de la ignorancia que la ciencia aun no podía resolver. Hoy en día, el dios de los huecos se refugia en la ignorancia igual que la antropología filosófica, cuyas preguntas que alguna vez fascinaron a los humanistas, ahora solo se ven como curiosidades de la cultura general; forman parte de ese panteón gigante llamado historia de las ideas. Las preguntas y respuestas que los antropólogos filosóficos hacen en el mundo moderno (de Cassirer a Sloterdijk) parecen más un intento esotérico de escuelas o doctrinas que solo sus seguidores entienden, que auténticas reflexiones relevantes para entender la pregunta esencial: ¿qué es el hombre?
No nos engañemos más con debates estériles, a la antropología filosófica "le llegó la hora."