"Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho, lo hacen" Bertrand Russell.

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Weinberg contra la filosofía?


Contrario a los tiempos en que los físicos eran personas versadas no solo en la física, sino en otras áreas como la filosofía, hoy en día es relativamente sencillo encontrarse con declaraciones de algunas de las mentes más importantes de la ciencia actual, desprestigiando la filosofía por razones ingenuas (por decir lo menos). Parece que los tiempos en que físicos de la calidad de Ernst Mach, Albert Einstein, Niels Bohr, Max Born, Erwin Schrödinger o Werner Heisenberg, que además de mostrar una invaluable labor para la ciencia, se encontraban profundamente comprometidos con los problemas filosóficos de su disciplina, quedaron atrás.

Así tenemos a Stephen Hawking quien en conferencias y en su último libro divulgativo El gran diseño (junto a Leonard Mlodinow) asegura que "la filosofía ha muerto." También tenemos al regañado Lawrence Krauss, quien después de recibir elogios (muchas veces exagerados, como el de Dawkins) por su libro Un universo desde la nada, llegó a comparar la utilidad de la filosofía de la ciencia con la teología y la religión, asegurando que la primera no aporta nada en la actualidad (tal como las dos últimas). Krauss se "disculpó" luego de variadas críticas por Daniel Dennett y otros. En tiempos más recientes, el nuevo rostro de la legendaria serie Cosmos, Neil DeGrasse Tyson aseguró básicamente que los filósofos solo se la pasan dando vueltas con problemas viejos o sinsentidos, y que además, distraerse con la filosofía puede frenar el progreso en la investigación científica. El complejo antifilosofía* de estas personalidades parece ser cada vez más común, incluso entre divulgadores populares más regionales, tales como el periodista Mauricio-José Schwarz, quien ha llegado asegurar que la filosofía debería salir de las universidades públicas. ¿Por qué? Porque no produce conocimiento sobre el mundo tal como lo hace la ciencia (parece que no se ha enterado que para eso tenemos la ciencia, mientras que la filosofía ni siquiera busca competir en un área en que la ciencia ha hecho un excelente trabajo, sino todo lo contrario).

Este tipo de ataques irracionales hechos por algunas de las principales personalidades defensoras de la razón merecen mayor atención, ya que al ser consideradas figuras que piensan y opinan con conocimiento y argumentos, causan daño al exhibir una visión falsa sobre una disciplina como la filosofía. Sin embargo, este no viene a ser nuestro tema principal, ya que por el momento nos concentraremos en otro físico. Un premio Nobel que también ha sido tachado de acomplejado antifilosofía pero que, en mi humilde opinión, esta es una falsa acusación. Me refiero a Steven Weinberg.

En su libro de 1993, El sueño de la teoría final: la búsqueda las leyes fundamentales de la naturaleza, Weinberg dedica algunos ensayos a defender el pensamiento científico contra las formas de pensamiento mágico, tal como la idea de Dios. Sin embargo, también dedica un capítulo que, desde su título, ya parece suficiente como para prender las alarmas: "Contra la filosofía." La preocupación desaparece una vez se lee con atención la primer nota de pie, que nos dice que cuando presentó su ensayo a unos amigos filósofos, éstos le aconsejaron a Weinberg que cambiara el título. Y es que, tal como sus amigos lo notan, el ensayo de Weinberg no va realmente "contra" la filosofía, sino contra las posturas filosóficas que resultan nocivas a la ciencia: el positivismo lógico y el relativismo cultural (dos extremos opuestos igual de nocivos). El físico nos aclara que el título suena llamativo, además que un título como "Contra el positivismo lógico y el relativismo" no sonaría tan bien para un libro de divulgación.

Weinberg lanza una rigurosa crítica a estas dos posturas conocidas en epistemología con ejemplos históricos que muestran cómo una mala filosofía que no va de acuerdo a la investigación científica puede retrasar o entorpecer realmente el progreso científico. Aunque es una lectura altamente recomendable, Weinberg, que no es filósofo y no pretende serlo, comete algunos errores en su apreciación de la filosofía de la ciencia. (También es importante recalcar que este premio Nobel de física presenta una lectura atenta en filosofía de la ciencia, así que no es ningún tonto ni tampoco desconoce del tema, algo opuesto a lo que se aprecia en algunos de sus colegas).

Al inicio del capítulo, Weinberg nos explica cómo personalmente la filosofía de la ciencia nunca le ha servido para su trabajo como físico, y de cómo le parece que los trabajos en ésta área resultan ser intrascendentes. Ciertamente, los filósofos no se especializan en filosofía de la ciencia con la esperanza de encontrar trabajo en un laboratorio o en un instituto científico para ir con los físicos teóricos y decirles cómo deberían hacer un experimento o cómo formular una teoría. Desde luego, existen físicos (y demás científicos) que se encuentran ocupados en problemas filosóficos sobre la ciencia, y filósofos con amplios conocimientos científicos que se preocupan en los fundamentos y problemas que presentan las últimas teorías científicas. No parece haber gran diferencia entre el científico de intereses filosóficos y el filósofo de perspectiva científica, salvo tal vez el título que tienen colgado en la pared de su despacho personal. Podríamos decir que cualquier científico interesado en los fundamentos y problemas generales de su ocupación es, hasta cierto punto, un filósofo de la ciencia (algunos más amateurs que otros).

Aún aquellos que cumplen con el complejo antifilosofía, sin saberlo, llegan aportar valiosas reflexiones sobre los principios fundamentales de la ciencia. Uno de los mejores ejemplos recientes es el de Stephen Hawking en su obra El Gran Diseño (misma en la que declara la muerte de la filosofía en su primer hoja). Hawking se ocupa en sus primeros capítulos de abordar algunas de las preguntas filosóficas básicas tales como ¿qué es lo que existe?¿podemos llegar a saber algo del mundo real? ¿cómo podemos conocer lo que existe? ¿en qué nos podemos basar para asegurar que algo existe más allá de nuestra propia mente? Aunque no dudo que más de uno dirá con esto un "¡Ahá! eso demuestra que los científicos no necesitan saber de filosofía", lo cierto es que sería erróneo pensar que Hawking responde a estas preguntas con ciencia. Hawking filosofa, llegando a concluir que para que la ciencia funcione, es necesario presuponer el realismo dependiente del modelo, es decir:

"La idea de que una teoría física o una imagen del mundo es un modelo (generalmente de naturaleza matemática) y un conjunto de reglas que relacionan los elementos del modelo con las observaciones”.

La ciencia clásica descansa bajo el supuesto de que existe un mundo real más allá de nuestras mentes (o sea, una hipótesis filosófica), cuyas propiedades son definidas e independientes del observador que las percibe. En esta visión en la que los objetos tienen propiedades físicas, las teorías científicas son intentos de describir dichos objetos y sus propiedades, y las medidas y percepciones deben corresponderse con ellos.

Tanto el observador como el observado son partes de un mundo que tiene una existencia objetiva, y cualquier distinción entre ambos no tiene importancia significativa. Sin embargo, aunque aceptar una postura realista es tentador, no se debe caer en ingenuidades. El realismo dependiente del modelo zanja las polémicas clásicas entre realismos ingenuos y antirrealismos. Para el realismo dependiente del modelo, carece de sentido preguntarse si un modelo teórico es real o no; sólo tiene sentido preguntar si dicho modelo concuerda o no con las observaciones. Si hay dos modelos que concuerdan con las observaciones (como nuestra percepción), no se puede decir que uno sea más real que el otro. Podemos usar el modelo que nos resulte más conveniente en la situación que estamos considerando.

Otra implicación importante es el estar conscientes de que no solo se hacen modelos en ciencia, sino también en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. De este modo, el realismo dependiente del modelo no solo se aplica a las teorías científicas, sino también a los modelos mentales conscientes o subconscientes que todos creamos para interpretar y comprender el mundo.

Un modelo teórico será satisfactorio si a) es elegante, b) contiene pocos elementos arbitrarios o ajustables, c) concuerda con las observaciones existentes y proporciona una explicación de ellas, y d) realiza predicciones detalladas sobre observaciones futuras que permitirán refutar o falsar el modelo si no son confirmadas.

Otro problema que el realismo dependiente del modelo resuelve, o mejor dicho, evita, es el debate sobre qué significa la existencia. Por ejemplo ¿cómo estar seguros que una mesa no deja de existir luego que dejamos de percibirla? Ante esto, podemos responder simplemente que el modelo en que la mesa sigue existiendo da una explicación mucho más simple y concuerda con la observación. Es todo lo que se pide para el realismo dependiente del modelo.

Sería interesante poder realizar análisis lógico de la argumentación de Hawking sobre el realismo dependiente del modelo (por ejemplo, contrastando sus tesis con las de la filosofía exacta). Pero profundizar sobre estos temas es hacer filosofía, no ciencia (aunque sí podríamos afirmar que se trata de una filosofía científica, por mucho más enriquecedora que la de muchos supuestos defensores de la filosofía).

Lo que Hawking, Weinberg, y los demás físicos hacen a la hora de preguntarse sobre los principios de la ciencia, se le llama filosofía, y no porque tenga que ver con especulaciones inútiles, carentes de sentido o que frenan el progreso científico, sino porque se trata de planteamientos generales que tienen como objeto la disciplina científica y no el objeto de estudio en el que se enfoca ésta última. 

En resumen, aunque el ensayo de Weinberg es una joya de la crítica a la mala filosofía, se equivoca al pensar que la filosofía no afecta su quehacer científico. Sin filosofía, o mejor dicho, sin fundamentos e hipótesis filosóficas, no podría hacer ciencia para empezar, algo que autores antifilosofía como Hawking son buenos para demostrar.

*El complejo antifilosofía es una parodia de hipótesis inventada por el biólogo y filósofo de la ciencia Massimo Pigliucci. Ya que físicos como Lawrence Krauss son tan buenos creando hipótesis de psicología popular fantasiosas sobre la filosofía (como en la que afirma que siempre que los científicos "invaden" algún campo que los celosos filósofos han secuestrado para sí mismos, siempre los primeros obtienen resentimiento de parte de los segundos), Pigliucci decidió entrar al juego e inventarse una hipótesis de psicología popular que "explica"  por qué algunos científicos desprecian la filosofía: el complejo antifilosofía, una forma del freudiano complejo de Edipo. Después de todo, la filosofía es la madre de la ciencia así que no será difícil elaborar una especulación sobre las represiones sexuales que ocurren ahí para que algunos como Krauss terminen hablando tonterías sobre la filosofía.