"Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho, lo hacen" Bertrand Russell.

martes, 15 de abril de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia III: Leyes, no magia

Continuando con la explicación que Mario Bunge ofrece sobre los supuestos filosóficos contenidos en la ciencia, según los muestra en su obra La Investigación Científica, ahora, nos metemos con el segundo principio ontológico de la ciencia: el determinismo ontológico, o la idea de que nada ocurre "porque sí" en la naturaleza, sino que todo fenómeno tiene una causa y la cual se encuentra determinada por patrones o leyes naturales.

En este punto, Bunge nos dice que el determinismo ontológico de la ciencia nos impide pensar en fenómenos que surjan de la nada, o mejor dicho, que la nada no produce nada. Bunge también hace un breve paréntesis en el tema para hacer un interesante ejercicio de reflexión sobre filosofía de la física cuántica. Ahora, pues, veamos de qué trata el determinismo ontológico:

La doctrina filosófica del determinismo tiene dos aspectos, uno ontológico y otro epistemológico, que se confunden frecuentemente. El determinismo ontológico sostiene la determinación de las cosas y de los acontecimientos; el determinismo epistemológico afirma la posibilidad de determinar conceptualmente (conocer) los hechos y sus esquemas enteramente. En sentido estrecho, el determinismo ontológico equivale al determinismo mecanicista o laplaceano, como componente de la visión newtoniana del mundo y según el cual el cosmos es un conjunto de partículas en interacción que se mueven de acuerdo con un puñado de leyes mecánicas. La versión amplia del determinismo supone sólo (i) la hipótesis de que todos los acontecimientos son según leyes (principio de legalidad) y (ii) la hipótesis de que nada nace de la nada ni se sume en ella (principio de negación de la magia). Este determinismo laxo no restringe los tipos de leyes admisibles: admite leyes estocásticas y reconoce la objetividad del azar. Lo único que niega es la existencia de acontecimientos que carezcan de ley o no sean producidos por otros acontecimientos anteriores.
Hasta la tercera década de nuestro siglo persistieron varios matices de determinismo estrecho, ninguno de los cuales reconocía la objetividad del azar. Sus sostenedores no se daban cuenta de que incluso admitiendo que cada una de las entidades de un conjunto se comporte de un modo perfectamente determinado (no casual), resultará alguna cantidad de juego o azar por la relativa independencia mutua de esas entidades (pues no existe la rigidez completa). Finalmente, el determinismo ontológico estrecho quedó derrotado por la teoría de los quanta, la cual reconoce la objetividad del azar no sólo como rasgo de sistemas complejos, sino incluso al nivel de las partículas "elementales", las cuales obedecen a leyes estocásticas. El que esa casualidad sea un conocimiento definitivo o pueda ser algún día analizada como resultado de complejos procesos internos o interacciones con campos de niveles inferiores es cosa que aún no puede decidirse. Es, además, importante darse cuenta de que tanto la teoría de los quanta como su filosofía están aún en gestación, por lo que no deben inferir de ellas consecuencias detalladas presentámdolas como si fueran conocimientos definitivos acerca del comportamiento de los microsistemas. Pero el tipo de azar y los niveles exactos en los cuales se presenta es de importancia secundaria si se compara con el reconocimiento de que el azar es un modo de devenir y precisamente un modo que obedece a leyes. También es importante para nosotros en este momento darnos cuenta de que la teoría de los quanta se acoge a los principios de legalidad y recusación de la magia: esa teoría formula leyes que recubren la mayoría de los esquemas conocidos al nivel atómico, y entre esas leyes hay algunas de conservación, esto es, que niegan la creación ex-nihilo y la aniquilación sin resto de sistemas materiales (partículas o campos), por muchas que sean las partículas que se "aniquilan" (esto es, que se transforman en fotones) y viceversa. En resolución, la teoría de los quanta respeta el determinismo general igual que cualquier otra teoría científica. ¿Y cómo podría ser de otro modo si esa teoría pretende esforzarse por alcanzar el objetivo de la ciencia, que es la reconstrucción conceptual de los esquemas (leyes) del ser y el cambio? Imaginar acontecimientos que obedecieran a leyes, pero fueran indeterminados (como, por ejemplo, la creación de átomos a partir de la nada) sería reconocer que ninguna ley es realmente necesaria, puesto que todo es posible, incluso la magia: de hecho, si un átomo puede surgir sin condición antecedente determinada, entonces ¿por qué no va a poder hacer lo mismo una molécula? Y si lo puede una molécula, ¿por qué no un cromosoma? Y si lo puede un cromosoma, ¿por qué no una célula? Y si lo puede una célula, ¿por qué no un dinosaurio? Dicho brevemente: el determinismo general está implantado en la ciencia qua ciencia, en la medida en que la investigación científica es la búsqueda y la aplicación de leyes, las cuales, a su vez, ponen límites a las posibilidades lógicas, como puede ser el nacimiento de algo a partir de nada o la desaparición de algo en nada.

domingo, 6 de abril de 2014

La vulgar estafa de la teología

"Si los logros de los científicos fueran eliminados mañana, no habría más médicos, solo médicos brujos, ni transportes más rápidos que los caballos, ni computadoras, ni libros impresos, ni agricultura más avanzada que la de subsistencia.
Si todos los logros de los teólogos fueran eliminados mañana, ¿notaría alguien la diferencia?
Incluso los malos logros de los científicos, las bombas y los barcos balleneros guiados por sonar, funcionan. Los logros de los teólogos no hacen nada, no afectan a nada, ni significan nada"

Richard Dawkins.



Adelantándome a la lectura del nuevo número de la colección ¡Vaya Timo! de Laetoli, dejemos la vaguedad del concepto de mamerto para meternos con una "disciplina académica" entera: la teología ha sido una disciplina respetada y resguardada por universidades y conventos durante siglos; se han creado institutos, gastado toneladas de tinta y cientos de intelectualoides que se ponen a "reflexionar" (ejem, ejem especular, ejem, ejem) sobre qué desea que sepamos o no un dios específico, recibiendo financiamiento ya sea por el sector público o privado. Soy de los que piensan que esto tiene que acabar.

Ya bien lo decía Jorge Luis Borges: "Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género..." pero más allá, la teología no tiene nada a su favor. Tal vez usted piense que estoy siendo muy extremista, o que las mismas críticas hechas de hombres de paja hacia la filosofía ahora las utilizo para la teología, pero la verdad no es lo mismo; permítame explicar por qué. No creo estar llegando a un extremismo irracional, por el hecho que cualquiera puede pensar y cuestionarse: ¿para qué sirve crear un edificio de especulaciones (y luego hacerlos pasar por conocimientos) sobre un punto del que, para empezar, no se ha demostrado siquiera que existe? Y más allá de eso ¿tiene sentido "estudiar" algo que  no puede ser conocido (no es ningún secreto que los dioses y las entidades espirituales no pueden ser estudiadas de forma directa)? No veo extremismo alguno cuando respondo con un rotundo no a estas cuestiones.


Hasta aquí hemos hablado de la utilidad de la teología en términos epistemológicos y culturales (o sea, qué tiene que aportar esta disciplina al conocimiento o a la sociedad en general). ¿Podría ser que tiene algún otro tipo de aporte? Desde un punto de vista histórico, podemos responder que sí. La teología, como disciplina, nace en la Europa medieval, reconociéndola como "la ciencia que estudia la revelación divina" (aclarando: el concepto de ciencia se refiere a la definición clásica o aristotélica, no a la definición actual de ciencia). Entendiendo esto, parece obvia su importancia a la hora de formar un cuerpo formalizado de supuestos conocimientos y reflexiones que justificaban una serie de creencias para legitimar a la iglesia, y de paso, lo que ésta afirmaba.

Fue a partir del debate teológico que se determinó que las creencias en la absolución, la transubstanciación, el purgatorio, el pecado original, el culto a la virgen María y la santa Trinidad, iban a ser parte de la doctrina católica como dogmas de fe, o sea, verdades incuestionables. Además de estas supersticiones, también se dio pie "argumental" a ideas nocivas como el machismo, la idea de una autoridad incuestionable (pues toda autoridad es puesta por Dios, así que ¿quiénes somos nosotros al cuestionar sus planes? A Hitler le gusta esta idea), el combate al paganismo y la herejía, el patriarcado, el derecho natural... En fin, vemos que la teología sí tuvo aporte político e ideológico, ahora resta preguntarnos si este realmente fue bueno. Creo que comprenderán por qué pienso que no, ¿verdad?

"La teología es algo así como un conjunto de cuentos fantásticos, que pueden ser muy bellos e interesantes pero no son reales. Proceden de la imaginación de quienes los narran, no de una investigación rigurosa de la realidad. Las enseñanzas de la teología son inventos (muy ingeniosos, por lo demás) que no se refieren a algo real. La teología está mucho más cerca de la literatura fantástica o la ciencia ficción que de la filosofía o la ciencia", escribe Gabriel Andrade, doctor en Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia, Venezuela, y autor (entre otras obras) de La teología ¡Vaya Timo!, el siguiente número de la colección de Laetoli. 

La teología no se basa en la observación ni el conocimiento científico, tampoco analiza de forma crítica sus postulados. Parte de dogmas ya establecidos que no cuestiona, y sobre los cuales construye un edificio elegante pero carente de contenido real. Si ha servido para algo es para justificar creencias irracionales y para ponerles a éstas el saco de respeto por ser un trabajo "académico." Tal vez en la Edad Media esto era permisible debido a la censura de pensamiento, el desarrollo pobre del conocimiento científico y el estudio acrítico de la filosofía clásica permitido solo aquellos que estudiaban en conventos, pero hoy por hoy, la teología no tiene (o no debería tener) lugar ni respeto académico, sencillamente porque no lo merece. La teología, igual que otro montón de tonterías milenarias, es una disciplina hada de los dientes, no una disciplina real. Y es justamente por esas razones el que sea vergonzoso saber de la existencia de tantos institutos de prestigio brindando licenciaturas, maestrías y doctorados en teología.

Por si aun no queda claro el asunto, Andrade nos recuerda que "más allá de esa creencia genérica en la existencia de Dios, la teología es meramente especulativa y, como tal, no merece respeto académico. La teología estudia los ángeles, los demonios, la gracia, el Espíritu Santo, la resurrección, el alma, el apocalipsis. Nada de esto merece un lugar en la universidad, como tampoco merece un espacio académico el estudio del yeti, el chupacabras, las energías espirituales o las auras. Es hora de decir que la teología consta de supercherías que están al mismo nivel que otros timos. La universidad es un espacio para la discusión racional, y en ella no encaja la discusión de doctrinas aceptadas sobre la base de la autoridad y la fe".

Véase más: Theology, entrada de la RationalWiki; The Emptiness of Theology, artículo de Richard Dawkins; La teología ¡Vaya Timo! de Gabriel Andrade, Laetoli, 2014.

miércoles, 2 de abril de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia II: la realidad tiene una estructura de varios niveles

Continuando con la explicación de las hipótesis filosóficas dentro de la investigación científica, Mario Bunge nos habla del pluralismo (término que con el tiempo sustituiría por el de sistemismo y que va íntimamente ligada a la de emergentismo, concepto definido por la segunda hipótesis ontológica de la que Bunge habla en el segundo párrafo) en la ciencia. La existencia de niveles o sistemas y que de uno puede surgir otro (como del sistema físico emerge el sistema químico y de este emerge el biológico) pone en jaque tanto a doctrinas pseudofilosóficas como el holismo epistemológico, como pseudocientíficas, tales como el reduccionismo genético tan de moda en nuestros tiempos, dado que los sistemas emergentes no son reductibles a los sistemas de los cuales emergen. Sin más que aclarar, leamos lo que Bunge nos decía sobre estas hipótesis ontológicas:

Es una hipótesis ontológica contenida en (y apoyada por) la ciencia moderna la de que la realidad, tal como la conocemos hoy, no es un sólido bloque homogéneo, sino que se divide en varios niveles o sectores, caracterizado cada uno de ellos por un conjunto de propiedades y leyes propias. Los principales niveles reconocidos hasta el momento* parecen ser el físico, el biológico, el psicológico y el sociocultural. Cada uno de ellos puede a su vez dividirse en subniveles. Por ejemplo, los subniveles principales del nivel físico son el físico propiamente dicho y el químico; y los principales subniveles del nivel sociocultural son el económico, el sociocultural propiamente dicho y el cultural. Pueden introducirse subdivisiones más finas, y ninguna de ellas es tajante y rígida.
Otro presupuesto, relacionado con el anterior, es que los niveles superiores arraigan en los inferiores, histórica y contemporáneamente; o sea, que los niveles superiores no son autónomos, sino que dependen en cuanto a su existencia de la subsistencia de niveles inferiores, y han surgido en el tiempo a partir de los inferiores en cierto número de procesos evolutivos. Este arraigo de lo superior en lo inferior es la base objetiva de la explicación parcial de lo superior por lo inferior o a la inversa.
Las dos hipótesis ontológicas básicas que acabamos de señalar están insertas en la visión contemporánea de las cosas, hasta el punto de que subyacen a la clasificación corriente de las ciencias y dominan más o menos nuestro sistema de educación superior. Así, por ejemplo, el psicólogo científico se ve obligado a aprender cada vez más biología y hasta química y física, porque cada vez se ve más claro que los hechos psíquicos arraigan en esos niveles inferiores; pero el psicólogo se ve también cada vez más obligado a comunicar con la sociología, porque estamos dándonos cuenta de que existe una reacción del nivel sociocultural sobre los niveles inmediatamente inferiores a él: así reconocemos la influencia de la religión en las costumbres de alimentación y la reacción de estas últimas costumbres sobre la producción de alimentos. Sólo los físicos tienen derecho a ignorar los niveles superiores -y a veces los ignoran hasta el punto de hablar de una influencia mental directa de los fenómenos físicos, saltándose así los niveles intermedios.
Además subyace la citada hipótesis de los niveles a varios importantes principios de la metodología científica, los de parsimonia de niveles, trascendencia de niveles, nivel-origen y contigüidad de niveles. (Según algunos filósofos los niveles son un asunto puramente metodológico, sin alcance ontológico. Pero ésta es otra hipótesis ontológica, la cual, además, separa la metodología del resto y es por tanto incapaz de explicar por qué un método es eficaz o fracasa). El principio de la parsimonia de niveles es como sigue: "Empezar por estudiar los hechos en su propio nivel; no introducir más niveles más que si resulta imprescindible". Por ejemplo, no hay que introducir la psicología y la psiquiatría en el estudio de la política internacional, puesto que se puede andar un gran trecho sin su compañía. El principio de la trascendencia de niveles: "Si un nivel es insuficiente para dar cumplida cuenta de un conjunto de hechos, hay que ahondar bajo su superficie y por encima de ella en busca de los niveles cognitivos". Por ejemplo, para explicar los enlaces químicos no hay que detenerse ante las leyes particulares de las reacciones químicas o su correspondiente termodinámica, sino que hay que mirar también por debajo del nivel molecular, al nivel atómico, en busca de los mecanismos relevantes. Principio del nivel-origen: "Intentar explicar lo superior por lo inferior, y no invertir el proceso sino en última instancia". Por ejemplo, hay que intentar resolver el problema de la resolución de problemas por los animales utilizando los conceptos de ensayo y error y de aprendizaje; no se introducirán la comprensión y la inteligencia más que si ese primer planteamiento es insuficiente y si la complejidad del sistema nervioso del animal estudiado hace posibles la comprensión y la inteligencia. Este principio puede llamarse también principio de reductivismo metodológico, que no debe confundirse con el reductivismo ontológico ni con la negación de los niveles. Principio de contigüidad de los niveles: "No saltarse niveles, esto es, no ignorar los niveles intermedios cuando se establecen relaciones entre niveles". Por ejemplo, no hay que considerar adecuada una explicación de un esquema de comportamiento social sobre la base de términos físicos, porque los estímulos físicos no pueden alcanzar el nivel social más que a través de organismos dotados de ciertas capacidades psíquicas. El salto de niveles puede ser, sin embargo, inevitable cuando se dispone de poco conocimiento; y puede ser incluso interesante cuando los procesos intermedios no tienen interés en la investigación en curso. Pero éstas son consideraciones pragmáticas que no tienen valor cuando el objetivo perseguido es una fiel reproducción de la realidad.
*Bunge, en el mismo párrafo, habla de la química como un subnivel de la física. Sin embargo, este sería un error que el epistemólogo corregiría en sus obras siguientes al reconocer la existencia del nivel o sistema químico o quimiosistema como un sistema independiente del sistema físico. El sistema químico se encontraría emergiendo del sistema físico y dando origen emergente a la vez al sistema biológico, etc. Para profundizar más en el asunto del sistemismo y el emergentismo véase Emergencia y Convergencia, de Mario Bunge, Gedisa, 2004.